Este artículo fue actualizado en: Septiembre de 2019
Violetica es la perrita de mis ojos, ella está en mi vida como desde 2011.
Es una perrita negra con pecho blanco, punta de cola blanca, y parte de las patas blancas también. Desde que era cachorrita (foto de abajo) se notaba lo amorosa que era.
Tiene un pelo suave, y unos ojitos de osita cafés. Tiene unas almohadillas gorditas en las patas que son una delicia agarrar, y tiene uñas negras y blancas.
La negrita al principio era otra perrita más, de hecho, no se suponía que se quedara en la casa.
Ella estaba viviendo con una amiga de mi mamá, y según la historia que me cuentan, llegó allá porque un señor la rescató de alguna parte.
Pero este señor tenía como 15 (o más) perros ya, y la esposa le dijo que uno más y se divorciaba, o algo así.
Entonces terminó donde la amiga de mi mamá. La amiga de mi mamá a su vez entró en unas circunstancias algo complicadas, y esto hacía que la perrita se quedara sola gran parte del día.
Mi mamá se ofreció a cuidarla “mientras las cosas mejoraban”.
Pero obviamente la negrita se quedó para siempre en la casa, y eso ha sido uno de los acontecimientos más afortunados de mi vida.
Yo iba a recogerla, y me acuerdo que cabía en el piso del puesto del copiloto del carro dormida, acostada, y estirada.
Poco sabíamos lo grande que iba a ser, y lo abrazable y acariciable. Ahora si mucho le cabrá la nalga ahí en ese carro.
Al principio era solo otra perrita, a mí me parecía adorable como todas. La consentía y la cuidaba, pero no era nada especial dentro de lo mucho que son los perritos para mí.
Además, ella no se iba a quedar (en teoría). Pero se fue quedando, y se quedó.
Cuando era cachorrita en crecimiento tenía la lengua muy larga, y se le salía por un lado. Me hacía reír mucho con eso.
Siendo una cachorrita, obviamente era necia e inquieta. No fueron pocos los palos y pinceles que dañó.
Es que ni siquiera la pintura se salvaba. Miren la mancha azul en su lindo pecho blanco y en su naricita.
Los otros perros me amaban, pero también amaban igual a mi mamá. No tenían ningún favoritismo.
Violeta no. Ella se apegó a mí, me miraba con un amor que los otros no. Y eso lo hacía solo conmigo, no con mi mamá, ni con ninguna otra persona. No sé que hice para merecer eso, pero bueno…
Y las cosas así, yo lo único que he hecho es corresponderle su preferencia de la mejor manera que he podido.
Claramente adora a mi mamá también, no vayan a creer que no. Pero es notable la diferencia de comportamiento conmigo.
En ocasiones con solo sentirme dar un paso empieza a mover la cola, o solo con que le diga “Tikon-Tikon-Tikon”, como en el video de abajo.
Comenzó a “cuidarme”, y prefería quedarse conmigo en el cuarto aunque todos los otros perritos salieran disparados por cualquier ruido o “situación”, como hacen ellos.
Y así, se adueñó de mi cuarto y mi cama. Ya son de ella (incluso es territorial).
No le importa subirse a la cama con algún juguete sucio, o cuando viene mojada después de tirarse en alguna quebrada o charco (le encanta eso).
De vez en cuando logro descubrir a tiempo lo que va a suceder y alcanzo a dejarla afuera del cuarto por un momento mientras se seca.
Cuando eso sucede, se queda cuidando y tocando la puerta para que la deje entrar.
Una vez en su reino (mi cuarto), se puede tirar a mis pies, acercarse para que la consienta, o simplemente ver llover por la ventana.
Le gusta mucho pasear y dar vueltas por ahí, aunque no es particularmente gasolinera como Nenorrita o Lina (otras perritas familiares de las que luego escribiré).
El carro como que le da lo mismo, pero el paseo una vez llegamos al lugar que sea le fascina.
Como también le fascina el agua, los charcos, las quebradas.
Violeta fue el nombre que le pusieron en la casa de la amiga de mi mamá donde estaba antes, y nosotros la seguimos llamando igual.
Ese es su nombre de pila, pero como todos los nombres de perritos aquí, se convirtió en variado sobrenombre.
Violeta > Leta > Eta > Eto > Etikon > Etiritikon > Tikon > Tikon-Tikon.
Tikon-Tikon es como le digo yo normalmente, con acento en la “i”.
Duerme conmigo, vemos películas juntos, es celosa, y no sale si no salgo yo. De vez en cuando he estado estudiando pero se interpone entre el libro y yo.
Si fuera humana sería inmamable.
Hasta al baño se mete conmigo.
De vez en cuando se aburre con lo que yo veo, normal.
Pero esa noche que se durmió patas arriba mostrando los dientes viendo Southpark no la entendí, ¡si Southpark es lo máximo!
Me encanta abrazarla y acariciarla mientras clavo mi nariz en su cuello. No hay nada que me huela mejor en la vida.
De vez en cuando, es ella quien clava su nariz en mi cuello.
No sé a qué le oleré yo (a mico a lo mejor), pero cuando lo hace siento su respiración caliente en mi piel. No hay nada en la vida que me reconforte más que eso.
Es muy expresiva, y mueve mucho la cola. Me da muchos picos horribles con esa lengua rosada.
Se lleva muy bien con todos sus hermanos perritos, pero es muy protectora de su cuarto (o sea el que en teoría es mío), o de donde sea que esté yo.
De vez en cuando le toca compartir cama, no le gusta mucho que digamos.
Pero cuando no está modo celoso y protector, juega con sus hermanitos como una loca.
Cuando estoy por fuera por varios días (o meses, o incluso más tiempo), al regresar literalmente grita, y luego me muerde el brazo de la emoción.
En el video de abajo no se ve en esos niveles de emoción, pero es que ahí solo me había ido como una hora.
Del mismo modo, cuando yo no estoy, busca a alguien más para “cuidar”, así sea una persona que esté visitando.
Por otro lado, tiene un miedo tremendo a los medicamentos. Y tiene un sexto sentido arácnido para darse cuenta cuando es que uno se está acercando con intenciones malvadas (o sea, medicinales).
Cuando eso sucede, esconde la cola y sale corriendo a donde se pueda esconder. Es más difícil darle medicamentos a ella que a un gato.
Afortunadamente es una perrita de muy buena salud. Sin embargo, ya se está poniendo viejita, y tiene canas por toda la cara.
Tiene algo de displasia en la cadera, para lo cual le damos suplementos. Aparentemente está bajo control en lo que a calidad de vida se refiere, pero alguna vez se ha quejado intentando pararse.
Y cuando la he escuchado quejarse me ha dado escalofrío.
Ojalá nunca en la vida la sienta sufrir.
En fin, este animalito es lo mejor que me ha pasado en la vida, de los amores más bonitos y más puros que me han dado.
Seguro, ha habido humanos que me han amado y me aman mucho, como mi mamá por ejemplo.
Pero el amor humano tiene otras dinámicas y otras variables que lo ensucian, aunque uno no quiera.
Yo no sé qué hice para ganarme su presencia en mi vida, pero como dijo la esposa de Carl Sagan cuando él se murió, cada momento que he estado al lado de mi perrita amiga ha sido milagroso. No en el sentido de inexplicable o sobrenatural.
Simplemente en el sentido de que he sido beneficiario del puro azar, y este ha sido tan generoso y benevolente que ha permitido que nos encontremos.
Todavía me parece increíble que por el solo hecho de contemplarla, algo que no se me dificulta con los seres vivos que quiero, ella me devuelva tanto.
En mi vida desde que está ella presente lo bueno ha sido como mil veces más bueno cuando llego a la casa a compartirlo con ella (aunque no hable).
Y lo malo, con lo putamente malo que ha sido, ha sido mil veces más soportable cuando puteo de la vida con ella (aunque no hable).
Diría cualquiera que aquí la rescataron a ella porque tiene un hogar donde es muy amada, que la alimenta, y cuida su salud.
Evidentemente algo muy distinto de lo que viven muchas almas peludas buenas (si es que eso existe -el alma-) que deambulan por ahí siendo maltratadas en estos pueblos de mierda de este país de mierda con esta sociedad de mierda.
Pero la realidad del caso es que ella me rescató a mí, aunque nunca haya tenido nada nominal de qué ser rescatado.
Ella no me rescató de ninguna crisis de drogas (porque nunca he usado), ni me curó ninguna depresión (porque nunca he estado deprimido -aunque sí muy aburrido y con la esperanza baja-), ni me ha dado plata, ni me ha sacado de la cárcel (nunca he estado), ni nada de eso.
Pero me ha rescatado más que nada o nadie en la vida, en un sentido que no tengo palabras para explicar.
Es cierto eso que dice que quien nunca ha amado a un animal tiene un pedazo de su alma dormido (de nuevo, si es que existe esa vaina).
Y del mismo modo, para mí también es muy cierto lo que dice un escritor español que se llama Arturo Pérez-Reverte:
“La muerte de ciertos seres humanos me tiene a veces sin cuidado, pero la de un perro no me deja nunca indiferente. Siempre sostuve que los animales son mejores que las personas y que cuando algún humano desaparece del mapa, el mundo no pierde gran cosa, incluso se libera de un verdugo o de un imbécil, pero cada vez que muere un perro, todo se vuelve mas desleal y sombrío”.
Si tu dios existiera, y me hubiera dado algún poder especial para crear una mejor amiguita de la forma en que me la pudiera imaginar, no creo que hubiera podido hacer una tan bien hecha y bonita como Violetica, por más que me esforzara.
De nuevo, ella ya está viejita, y cada que veo sus canas me parece hermoso.
Pero por otro lado, sé lo que naturalmente va a venir después de la vejez. Y me rehúso… En ocasiones me angustia solo pensarlo (y luego ella me da un besito y se me olvida todo).
Cuando se muera me voy a podrir por dentro (si no me muero yo primero pues). Pero por ahora, vivo al lado de una bendición peluda.
Bendición real, no esas bobadas de amiguis imaginarios hijos de paloma.
Amo a mi perrita, tanto como su propio efecto de despertarme el alma (si es que sí tengo y sí existe eso) lo ha hecho posible.
Te adoro viejorra, negrota de mi vida. Nunca te mueras.